Ecos de Kathmandú

Esto es un diario en retrospectiva, la historia de un mes de voluntariado en Nepal, una guía de pensamientos y vivencias que necesitan espacio para respirar agusto, demasiado pequeñas para una sola mente...

viernes, 20 de julio de 2007

16/06/07



Madrid

Estoy en Barajas, esperando a embarcar con destino a Doha, la única escala hasta Kathmandú. Todo es muy extraño. En unas horas me recorreré medio globo y subiré a la morada de los dioses, el techo del mundo. Tanta emoción me embarga. Demasiado. Para decirlo finamente, estoy acojonado. No sólo por viajar solo o por lo que me vaya a pasar, sino es miedo por lo que pueda cambiar en España mientras yo no esté. Puede que cambie yo, puede que cambie el resto. Sea como sea me tendré que acostumbrar, y no sé cómo lo afrontaré. Pero por el momento me concentro en el viaje, que es lo más cercano ahora mismo. Mi vida en Salamanca la dejo un poco temblando, pero pasan cosas que no puedes controlar y es necesario tomarse un respiro para verlo desde otra perspectiva.
Preguntas... ¿Me perderán la mochila? ¿Me tocará un niño pelma que tendré que aguantar 15 horas? ¿Habrá problemas con el dinero? ¿Encontraré pronto al director de VSN? ¿Me tratarán bien? Me apetece asentarme ya, deshacer la mochila y pasear por esas calles de olores extraños y miradas arrugadas. Pero el tiempo tiene su propio ritmo.

Doha (Qatar)

Llevo un rato aquí. El vuelo a Kathmandú se ha retrasado y salimos a las 9:40, casi una hora y media más tarde. Tengo algo de sueño, aunque he dormido bastante en el avión. No he tenido problemas de compañía. A alguien le olían los pies, por lo demás bien. La que tenía al lado desapareció a mitad del vuelo y no volvió. Se cambiaría de sitio, así que yo a mis anchas (todo lo ancho que se puede estar en esos asientos claustrofóbicos). Mucha oferta de películas de Holly y Bollywood, pero me decanté por la música. Tenía álbumes míticos de Led Zeppelin, Pink Floyd, The Doors, Nirvana, Jimmy Hendrix... Y con esa sonata y una almohada cutre intenté sobar algo. Es lo que debería intentar ahora.
Hace un calor agobiante. 40º y son las 6 de la mañana. Calima, no se ve nada, el desierto se funde con la ciudad y se nota.

Kathmandú (Nepal)

Por fin. Destino completado. Tras un largo vuelo en el que un tío me quitó la almohada cuando fui al servicio, aterrizamos en Nepal.
No puedo describir las sensaciones al pisar esta tierra, ver las montañas, las casas dispersas y de diferentes colores.
Tras hacer el visado, algo difícil, y respirar aliviado al ver mi mochila en la pasarela de maletas salí a la calle. No me fue difícil encontrar a Sugandha y a un americano llamado Taylor, que parecen majetes. De todas formas hay algo que podían mejorar a la hora de recibir a los voluntarios. Con tal de que tuvieran un cartelito con el nombre de VSN y el mío todo sería más fácil. Porque claro, estaba Taylor y sobresaltaba, pero si sólo hubiera ido Sugandha habría sido más difícil, porque todos son iguales! Al menos para mi...
Nos metimos en un coche algo destartalado y nos lanzamos al tráfico más caótico que he visto en toda mi vida. No había señales, cada uno por donde puede, y el conductor tocaba el cláxon cada medio minuto aunque no viniera a cuento (esto es algo muy común en todos los conductores). Por el camino pude ver la vida que inunda estas calles. Gente comiendo en el suelo con su fuego al lado en el arcén de la carretera, puestos y tiendas por doquier, cosas medio derruidas, vacas que campan por donde quieren y chavales que las putean algo.
Es una atmósfera diferente, exótica y contaminada. Al final, tras pasar una fábrica de Pepsi (sí, Pepsi) y callejear por caminos embarrados llegamos a una pequeña casita al lado de un campo de arroz. Allí vive la familia con la que me quedaré esta semana al menos. Está compuesta por dos padres y tres niños: Los niños (dos chicas y un chico, todos más jóvenes que yo) son los únicos que hablan inglés, y me sirven para comunicarme con los padres. Son Anju, la mayor de 18 (aunque parece más pequeña), Sanju, de 15 o 16 y el niño, Anish, de unos 10 o 11 años, que casi no habla.

La habitación en la que estoy es grande, demasiado para mi, pero sólo dispone de cama y una mesa, por lo que el espacio está bastante desaprovechado.
En una terracita la madre nos sirvió té (riquísimo, por cierto. Tenía leche que luego descubriría que es de vaca y búfalo, y té negro, muy buen aroma) y hablamos un rato.
Hoy me dejan descansar, mañana empiezo las clases de nepalí y las visitas turísticas. Estoy muy reventado. A ver si me llaman para cenar y pruebo mi primera comida autóctona. Supongo que luego dormiré, que lo necesito.
La casa está más equipada de lo que pensba, con tele, ordenador y nevera. Pero la zona es muy pobre, las casas o están medio derruidas o a medio construir. Es una zona muy nueva, construida hace unos pocos años, no más de 6 o 7, cuando se construyó la fábrica de Pepsi, y todavía faltan muchas necesidades básicas en la zona.
Hay un campo donde los niños juegan al fútbol y ríen. Todos intentan hablar conmigo, dice Sanju que es por ser blanco, llamo la atención. La gente es muy simpática por aquí.


Las dos imágenes corresponden a mi habitación y al barrio de Pepsicola.

4 comentarios:

alej dijo...

Ya no me hace falta ir a Nepal, ir leyendo esto es como haber ido contigo de viaje :D

Faeriel dijo...

Bueno, esto es parte. Si no vas a ir a Nepal yo vuelvo por ti XDD. Así te sigo contando cosillas :P.

Lucía Azanza García dijo...

... sigo leyendote... me gusta como describes tu llegada, transmites tranquilidad en tus palabras. Pero lo que más me ha gustado es el final 'los niños juegan al futbol y ríen'... es algo que aquí no se ve tan amenudo, ni lo primero ni lo segundo, se meten en sus casas y están enfadados con el mundo...

Estoy encantada de haber llegado a este blog.

Un saludo.

Faeriel dijo...

Me gusta trasmitir tranquilidad, es justo lo que sentía paseando por aquellas calles y hablando con esa gente.
Es una vida muy sencilla que aqui parece que la hemos olvidado. Nos complicamos sin motivos, pero es bonito recordar de vez en cuando que existe otra forma de vivir...