Ecos de Kathmandú

Esto es un diario en retrospectiva, la historia de un mes de voluntariado en Nepal, una guía de pensamientos y vivencias que necesitan espacio para respirar agusto, demasiado pequeñas para una sola mente...

viernes, 27 de julio de 2007

21/06/07



Kathmandú (Pepsicola y Swayambunath)

Hoy me han llevado a ver un colegio cercano, público, donde algunos voluntarios construyeron clases y otras facilidades. Aun así el paisaje es desolador.
En primer lugar, yendo por un camino de tierra me vino un olor conocido, pero no sabía cual, hasta que mi vista y mi olfato se pusieron de acuerdo al mirar a la orilla. No lo había reconocido porque no pegaba nada con el sitio. Y es que justo al lado crecía todo un campo de marihuana salvaje, me olía a porro, claro está, otro de los olores que flota en Nepal.
A parte de la anécdota, por ese camino se llegaba a dos casetos donde había 7 clases, siete clases para unos 500 niños. Sólo había un despacho para todos los profesores. Parecía una sala de reuniones mal hecha. Los niños estaban hacinados en clases enanas, unos 4-5 en bancos hechos para dos, casi sin poder moverse y aguantando para no caerse al suelo. Las paredes que dividían las aulas no llegaban hasta el techo, por lo que las lecciones de distintos profesores se mezclaban, haciendo difícil la enseñanza. Los materiales escolares pobres y escasos, y en algunas aulas se amontonaban al fondo quitando aun más espacio a los alumnos. El techo, de metal, que convertía en horno el aula. Los niños correteaban felices de un lado a otro. Aun con poco eran más afortunados que aquellos que se ven trabajando en los campos al lado del río Manohara.
Muchas dificultades tenía el colegio. A parte de la superpoblación tenía que enfrentarse a la escasez de agua potable, insuficiente para todos, la existencia de sólo 3 baños para 500 y no en muy buenas condiciones. Tampoco tienen muro exterior, y los alumnos se escapan en cuanto tienen ocasión, lo que es un incordio para los profesores y un peligro para los niños. Se me ha partido el alma al verlo, y me he dado cuenta de la INMENSA suerte que tenemos al poder estudiar en nuestros colegios. Son ventajas que no muchas veces tenemos en consideración. Seguramente estos niños valoran más lo poco que tienen.

Cuando iba hacia casa a hacer la colada me encontré con Niels y Stefy y me dijeron si iba al Templo de los monos (Swayambunath, otra stupa) con ellos, y la verdad es que no me lo pensé mucho. Swayambunath me atrae más que mis gayumbos sucios.
Para llegar allí decidimos tomar el bus marrón y luego coger un taxi, más rápido que el bus y si lo divides entre 3 tampoco es tan caro (200 rupias, unos 2 euros entre 3...). El templo está sobre una colina, con unas vistas increíbles del valle y rodeado por vegetación. Las banderas de oraciones literalmente inundan el cielo de árbol en árbol y pequeños templos y monasterios cubren el lugar. La stupa original se fue rodeando de monasterios budistas y pequeños altares que forman el conjunto actual. La leyenda dice que en el lugar donde está la stupa se situaba un loto perfecto que flotaba sobre el lago que antes cubría el valle. Manjusri, el Bodhisattva con la Espada de la Sabiduría del Discernimiento, quería ver el loto de más cerca, así que cogió su espada de sabiduría y de un tajo hizo un cañón en una montaña y drenó el lago. Una vez cerca construyó una estupa donde estaba el loto y fundó la ciudad que se convertiría en Kathmandú. Si la leyenda es cierta la convertiría en la stupa más antigua del valle.
Se respira paz. Estuvimos dando vueltas, sacando fotos, nos metimos en una celebración religiosa con monjes recitando oraciones, trompetas, tambores, olor a incienso y velas. Al estar allí dentro, sentado en un banco para no llamar la atención, te sientes parte del mobiliario y te pierdes en tus propios pensamientos. Un buen sitio donde meditar, si no fuera por los turistas (como yo, pero no yo) que campan estropeándolo todo con sus voces desentonantes. No había muchos, eso sí, a parte de nosotros y unos pocos sueltos. Me gustaría pasar más desapercibido entre la población. Andar por las calles y templos en la piel de un sherpa, newar, indio o tibetano. Al menos me dejarían de mirar con curiosidad.
Había muchos souvenirs y máscaras, pero me han dicho que es mejor Boudhanath para comprar.
Teníamos que volver pronto, porque a las 6 había fiesta en VSN. Cogimos otro taxi, esta vez algo más caro (300rp) pero nos llevaba directo a Pepsicola. Vaya viaje más coñazo. Casi una hora. Un tráfico horrible, un calor agobiante, lluvia, humedad, polución y ruido ensordecedor de los coches. Te estropea toda la paz que podías encontrar en Swayambunath. Es lo malo de Kathmandú. Puedes encontrar zonas de gran paz y quietud, pero sal de ellas y te golpeará la vida moderna en su cara más dura. A veces divierte, pero otras solamente te pone enfermo.
De todas formas, al llegar a VSN todo el mundo estaba sentado en el suelo comiendo, y nos unimos rápido. La gente es maja, alguno más chulillo que otro, pero es que hay muchos americanos, jeje. Por lo general bien. Comimos, bebimos whisky surgido de alguna parte, nos reímos... Vimos un vídeo promocional de VSN que una voluntaria había hecho. A ver si me dan una copia al irme, así como la camiseta! (nota: me dieron el DVD y la camiseta, pero en el viaje se me rompió el DVD, vaya mierda, la camiseta aguanta XD...). Al final nos quedamos los duros hablando hasta tarde (las 9! wow!) que aquí atardece pronto, ya os conté.
¿Qué haré mañana? Buena pregunta...

Fotos del día: Niños en el colegio de Manohara, veis que tampoco tienen mucho. Clase ruinosa donde podríamos meter a 50 o 60 niños, imaginaos. Camino que lleva al colegio, sin valla, sin protección y con un campo de marihuana al lado. Stupa de Swayambunath, muy dorada. Banderas de oración por doquier y yo en un árbol con una pose extraña, pero era para mantener el equilibrio XD. Ruedas de oración que rodean la stupa, un león protector y Niels al fondo. Monos, que por algo lo llaman el templo de los monos, algo peligrosos si te metes con ellos. Piedras con mantras escritos en ellos, pone "Om mani padme hum" en tibetano. Fiesta en VSN, con muchos voluntarios en el suelo, hablando, comiendo y bebiendo, estuvo bien. El video es una celebración budista en un monasterio al lado de la stupa.

2 comentarios:

Lucía Azanza García dijo...

Si, nosotros tuviesemos que ir a un colegio así, no quiero saber la que se armaría.

Hay gente que se conforma con poco, deberíamos de aprender.

Faeriel dijo...

La cosa es que alli ir a un colegio es un gran avance, se tienen que sentir muy afortunados de poder ir. Algunos lo entienden y se aplican mucho, otros padres no lo comprenden y no obligan a sus hijos a ir (o no les hacen entender lo bueno que es para ellos).
Eso sí, aprovechan todo lo que tienen hasta el máximo. Y lo más curioso, tienen poco, pero son muy felices... Lo que lleva a que la felicidad no está en las posesiones (parece obvio, pero a veces se nos olvida).