Ecos de Kathmandú

Esto es un diario en retrospectiva, la historia de un mes de voluntariado en Nepal, una guía de pensamientos y vivencias que necesitan espacio para respirar agusto, demasiado pequeñas para una sola mente...

viernes, 3 de agosto de 2007

25/06/07



Kathmandú (Pepsicola)

Hoy he leído en alguna parte lo siguiente: "Nepal está aquí para cambiarte, no para que la cambies tú". Estas palabras encierran más verdad de la aparente. Estando aquí te das cuenta de lo poco que puedes hacer. Te sientes impotente, frustrado e insignificante. Hay gente que no quiere nada de lo que le ofreces. Quieren seguir viviendo como lo han hecho siempre. Los artilugios occidentales son innecesarios, molestos...
Mucha gente no va al médico porque no lo ve necesario, padecen la enfermedad en casa y sólo cuando es grave recurren al doctor. Por aquí he oído muchas historias de gente quejándose de dolencias en las clínicas. Al preguntarles desde cuándo lo venían sufriendo la respuesta era 5 años, 10 años, 15...
Son gente sencilla que no se deja impresionar por nuestra vida moderna. Pero no ocurre igual al contrario. Aquí uno se siente conectado con una vida más sencilla y gratificante. Te das cuenta de lo que sobra y lo que realmente importa en esta vida. Nepal te cambia. Llevo una semana y ya lo noto.
La vida familiar es muy importante aquí. En occidente la gente está cada vez más sola, aunque las ciudades estén superpobladas. Ya no se conoce al vecino, no hay una verdadera comunidad donde unos y otros se apoyan para el bienestar común.
Cuando llego aquí y veo como todo un pueblo se mueve, ancianos, niños, mujeres y hombres, para arreglar una carretera, construir una clínica o ayudar a recolectar el arroz, se nota cómo los lazos entre las personas se fortalecen. Podemos ser mejores, la humanidad puede ser así de solidaria. Pero todo pasa por romper la creciente soledad de nuestra civilización. ¿Cómo vamos a querer cambiar el mundo si miramos con desconfianza al que vive a nuestro lado?

Mañana no muy dura en la obra. Hoy había más que hacer. Aplanamos una zona adyacente al caseto y apilamos los ladrillos arios en montones (algunos ladrillos tienen la esvástica impresa en ellos, como símbolo de protección del edificio en construcción y para que sean más fuertes y resistentes... increíble cómo evolucionan los símbolos, eh? En lo que se ha convertido). Acabamos a las 2 y fuimos a comer a una casa cercana. Era un "restaurante", pero sólo tenía una mesa en una habitación en la que escasamente cabíamos los 5. Para más, estaba la cocina y la cocinera delante. Al menos veíamos qué cocinaba. Lo malo es que no había extractor (eso es un lujazo) y hacía un calor sofocante. Aun así, una comida riquísima, y baratísima (comimos fideos con cosas, huevo frito y té, 5 personas, y nos cobró menos de 300 rupias por todo, que pagó Sugandha). Habrá que volver.
Por la tarde me esperaba el monasterio budista. A las 4 ya estaba por allí. Fue fácil encontrarlo, ya que la estupa resaltaba entre los pisos y anuncios de Baneshwor. Estuve esperando fuera un rato, hasta que me decidí a entrar.
La entrada daba a un patio interno, donde los monjes vagaban de un lado a otro. Yo buscaba a Taylor o Liz, pero no sabía por dónde empezar. Menos mal que un minimonje (no más de 10 añitos, que majo!) con su minitúnica azafrán se acercó todo simpático a prestarme su ayuda. Le pregunté dónde estaba Taylor y me llevó a una clase cercana donde estaban dando clase a un grupito de monjes más mayores (unos 15-17 años). Molaba verlos a todos vestidos con la túnica y rapados. Estuve un rato en la clase hasta que se acabó.
Salimos y uno de los mandamases nos esperaba. Nos saludó e invitó a unirnos a la sesión de meditación de las 5 (que para eso había venido). Taylor se tuvo que ir, así que nos quedamos Liz y yo. El templo era sencillo. Una pequeña estatua de Buda sentado, velas, incienso y relieves de la vida de Gautama (su nacimiento, iluminación, primer sermón y muerte, siempre con árboles alrededor).
Poco a poco fueron llegando estudiantes y se fueron sentando. Nadie dijo una orden de salida ni nada. Los monjes en silencio se inclinaron y meditaron. Luego estaba la figura del castigador o disciplinador, como lo querais llamar. Era un monje mayor, también estudiante, que se paseaba y pegaba capones a los pequeños que se distraían o reían. Son niños, es normal que se distraigan. Tras 15 minutos en silencio empezaron los 15 de cánticos. Yo seguí en silencio, porque no nos lo sabíamos. Permanecíamos sentados detrás del todo intentando relajarnos. Los cantos eran rítmicos e hipnotizantes. Dichos con voz monótona para no distraer la mente. Con la misma rapidez con la que aparecieron así se silenciaron. A esto siguieron otros 15 minutos en silencio y luego otros 15 de cánticos, distintos. Una hora entera. Yo iba cambiando de postura cada poco. Se nota que no estoy acostumbrado a mantener esa postura tanto tiempo. Otros monjes también lo hacían, y alguno salía y entraba a su antojo, sin hacer ruido, claro.
Pero también estaban los que no movían ni un músculo pasara lo que pasara. Impresionante. Yo intentaba vaciar mi mente. Es increíble las cosas que te pueden pasar por la mente cuando tratas de vaciarla. Cosas raras e inconexas. Pero así es el subconsciente, si dejas que tome el control y apagas la consciencia te puedes esperar cualquier cosa. Al acabar, el jefe vino hacia nosotros a preguntarnos qué nos había parecido. Muy simpático nos preguntó por nuestra procedencia y se despidió. Salí de allí relajado, en paz. Ni el tráfico me pudo molestar. Nos trataron muy bien, tal vez vuelva otro día y me una a ellos en otra sesión. Seguro que no les importa. Siempre tienen una sonrisa para el visitante.


Antes de ir a cenar he estado en la terraza con estos. Parecían disgustados con Christian. Al parecer antes de irse se dejó el ventilador encendido, hace dos días. Iba a venir hoy pero no ha aparecido. El aparato chupa mucha electricidad, y me dijeron que es cara. Al final cortaron la luz de toda la planta.
También me contaron que Sugandha no les da mucho dinero por los voluntarios. Sólo 4000 rupias por un mes, incluyendo comida, alojamiento, electricidad y agua que gastamos. No es mucho, la verdad. Pero no quieren tampoco discutir, porque es un aporte más a la familia. Sólo se preocupan cuando pasan cosas como la que ha pasado hoy con Christian. Espero no causarles molestias yo cuando me vaya a Pokhara. Por ahora dice que están encantados conmigo. Si no, no me hubieran contado lo del dinero...

Al final entramos en la habitación de Christian con una llave de repuesto y apagamos el ventilador. Ya recuperé la luz de mi habitación...

Fotos del día: Monasterio budista, que parece un colegio. Pequeño templo donde hacíamos meditación. Imagen de Buda en el templo. Patio del monasterio, es bastante nuevo.

1 comentario:

Lucía Azanza García dijo...

Me quedo con tu frase inicial 'Nepal está aquí para cambiarte, no para que la cambies tú'.
Supongo que fuiste con la idea de ayudar, pero realmente todo lo que aprendes y vivies allí, te ayuda más a ti, de lo que tú puedes hacer.
Es increible, como cambian las cosas y cómo cambiamos con un viaje.
No dejaré de leerte, pero sin prisa, que no quiero llegar al final.
Me gustan tus historias, me gusta cómo lo cuentas, me gusta tu forma de ver el mundo, este y aquel.
Un abrazo